06 febrero 2007

Libre para servir

Ese era el título del Campamento de Servicio que me llevó al sur,
a lugares cuya belleza no imaginaba o cuyos nombres no figuran en los mapas.
No lo planeé. Me tocó ir. Mi corazón era un reo acabado de salir. Me encandiló
la experiencia. El contraluz fue espectacular. Como siempre, una piensa que
va a dar y termina siendo la que más recibe.
Los costos al lado de los beneficios dan risa. Nada se compara al trabajo
en equipo, la oración de un niño, la sonrisa de un anciano, el chiste en la
mesa y el regalo de la amistad.
Sobre todo, nada se compara a disfrutar de Dios y su presencia.
Bendito regalo, como humedad en mi garganta reseca.
Como descanso al viajero intermitente. Como un abrazo para el niño solo.
¿Qué viaje no valdría la pena si cuento con Su presencia?
Claro está que Dios está en todas partes.
Pero mi refresco lo encontré con mis hermanos
en un rincón de nuestra loca geografía.
Todo viaje implica un viaje.
He vuelto y estoy de donde no quiero irme: su presencia.
Viaje para servir. Servir me hizo libre