17 abril 2006

Esa fogosa pasión...

En Semana Santa, creo que la mayoría de nosotros pasará por un ritual más o menos conocido: viajar con la familia, comer mariscos y pescados (o carne con un extraño sabor a culpa), asistir a todos los cultos especiales de la Iglesia, ver la consabida programación de los canales nacionales. Una la tiene tan interiorizada, que hasta podría saber que día irá, en cada canal, cada película. Es que no salen muchas nuevas todos los años. Incluso es cómico cuando quieren poner como películas de Semana Santa a “Cleopatra” o “Espartaco”. Falta material o sobra la ignorancia, digo yo.

Sin embargo, debo admitirlo, ya tengo unas películas que me agradan que repitan. Y, cosa extraña, suelen ser algunas vidas de santos o personajes de la Iglesia Católica. Cosa extraña de admitir en una niña evangélica. Mi abuela es católica, por lo que de pequeña escuché para dormir, las hagiografías y el “Ángel de la Guarda”. Recuerdo que me fascinaban. Y en una etapa de fundamentalismo evangélico me sentía culpable de esta peculiar inclinación. Y creo que este fin de semana “santo”, encuentro las claves del por qué. Es esa fogosa pasión con que cada uno de los personajes se entrega a su objeto de fe. Qué familia, qué fortuna, qué reputación ni que ocho y cuarto! A través de todos los tiempos surgen estos referentes generacionales de una entrega sin límites y sin reservas por la causa a la cual se consideran llamados. Pero quedemos con lo medular: la entrega apasionada.

¿Acaso no sabemos que ése es el llamado de todo cristiano? Sí, lo sabemos, lo hemos estudiado, cantado e incluso sentido en lo íntimo de nuestro ser. Pero la entrega diaria muchas veces es superior a nuestras fuertes emociones del día domingo.

Mantenerse diariamente apasionado es algo que va más allá de nuestras fuerzas y es contra el sistema. Mejor pensar que lo hago “lo mejor posible”, mejor pensar que esa es tarea y llamado de unos pocos. Mejor ser cristiano al estilo “es lo que hay”. Todo esto mientras el Hijo de Dios perdona desde la cruz.

¡Oh, si el Señor nos viera diría “generación de flojos”, “parásitos del evangelio”, “conformistas y conformados”, “¿no sabéis que afuera del que llamas mi templo hay personas heridas, mujeres maltratadas, hombres sedientos de mi?”

¿Y saben que es lo único que viene a mi mente y a mi corazón en este momento? Me imagino a Jesús abrazándome, deseándome la paz y queriendo sanar mis heridas.

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